Observación ciudadana de políticas culturales: El Observatorio Cultural Ciudadano Veracruz: posibilidades, modos, fines


Homero Ávila Landa*





¿Qué significa observar como ciudadano el quehacer público del ramo cultural en el Veracruz actual? ¿Qué observar de “la cultura” y cómo hacerlo? ¿Para qué observar el ámbito cultural veracruzano mediado por políticas? ¿Es posible observar ese campo en su dimensión, su diversidad, su variabilidad, sus contextos y coyunturas? ¿Cuánto nos es posible observar? ¿En qué sentido observar representa un poder en forma de participación ciudadana? Si es así, ¿cuál es el poder ciudadano de nuestro observatorio? ¿A quién/es representamos del ámbito cultural del estado veracruzano? ¿En qué sentido el quehacer del Observatorio puede ampliar –o está ampliando- la democracia cultural veracruzana?

Son demasiadas preguntas y cada una merece respuesta propia a partir de un desarrollo particular. Ello no es posible de lograr en este momento, pero sirva este breve texto para apuntar apenas un conjunto de interrogantes que nos lleven a reflexionar sobre el ámbito de las políticas culturales, y para comenzar a delinear posibles veredas del quehacer de un observatorio ciudadano ubicado en el amplio universo de la cultura, dimensión que, bien se sabe, no es un dominio autónomo o separado, sino integrado a otros como el político, el histórico o el económico.



Construir la coyuntura e hilvanar posibles líneas de respuesta

Las respuestas posibles a las preguntas de inicio deben reconocer la coyuntura actual del estado de Veracruz, un territorio diverso geográfica, natural, social, económica y culturalmente; atravesado desde hace décadas (¿desde siempre?) por delicadas crisis ecológicas, económicas, políticas y sociales; profundamente marcado, sobre todo en los últimos dos sexenios y el bienio gubernamentales que ya concluyó, por violencias varias que han vulnerado la vida cotidiana de todos sus habitantes, los ciudadanos, digamos de siempre, y también a aquellos que están en tránsito y cuya temporalidad se desconoce pero que ya conviven con todos los veracruzanos y avecindados; conjuntos de personas que forman corrientes de migrantes, se dice que centroamericanos, sin saber si también del Caribe y otros rumbos. Entidad donde convivimos diferentes culturas, tanto las originarias distribuidas en diferentes regiones veracruzanas, las mestizas configuradas a lo largo de siglos, como las inmigradas en siglos cercanos y en el presente globalizado.

Se trata además de una entidad federal cuya ciudad más representativa históricamente, de igual nombre que el estado, está por ¿celebrar?, ¿conmemorar?, ¿reflexionar?, en el muy cercano 2019, sobre sus 500 años de existencia. Acciones festivas de la ciudad, que hasta hace poco eran de notorio interés para los sectores privados porteños, más que de atención de instancias públicas. Sólo para iluminar lo coyuntural del tema, no ha sido sino hasta que la esposa del presidente electo, Beatriz Gutiérrez Müller, se interesó públicamente, junto con el gobernador de la entidad, Cuitláhuac García Jiménez, que se ha planteado un interés manifiesto de corte gubernamental para llevar a cabo algunas celebraciones por ese hecho histórico.

En este sentido, lo que sea que se observe como cultura en el estado, coincide con la emergencia y pronta normalización de un nuevo sello político y de gobierno definido por la llegada del Movimiento de Regeneración Nacional a los poderes ejecutivo y legislativo federal en primer término, pero también al gobierno del estado de Veracruz y a infinidad de gobiernos municipales; situación que en Xalapa capital ya es plausible desde diciembre del 2017 con el arribo del ayuntamiento vigente. Los nuevos gobiernos del mismo sello político-“partidista” no pueden desatender el hecho de que el presente cultural transcurre entre perspectivas emergentes y reclamos colectivos sobre la diversidad cultural, la interculturalidad, los derechos culturales y/o la bioculturalidad, que representan realidades dinámicas y complejas sobre las cuales se nutren luchas y demandas sociales varias.

Ante los inminentes nuevos gobiernos estatal y federal, denominados “de izquierda”, se han reunido inmensas expectativas de transformación en todos los sectores, incluido el cultural. Ello también se ha reflejado en el “sector social”; ejemplo de ello es el Observatorio Cultural Ciudadano Veracruz (OCCV). Y es en éste en donde se espera reflejar la diversidad y la complejidad del campo cultural y distintos componentes como el legal, institucional, económico, político, societal, etcétera. En este sentido, un primer paso será averiguar/observar lo que se habrá de incluir y priorizar (y lo que no) en las políticas culturales públicas, así como los modos de diseñarlas y aplicarlas desde la naciente Secretaría de Cultura del estado de Veracruz; habría también que observar los modos de inclusión de lo cultural en la perspectiva general que dé pié al programa sexenal para el sector de las culturas veracruzanas. Ello opera como principio válido de una nueva etapa de intervención sobre el devenir simbólico en nuestros municipios y entidad.

Lo anterior son elementos del contexto político-cultural de la más amplia vida cultural veracruzana (las políticas culturales no son la cultura, sino, digamos, formas específicas de gobernanza cultural), la cual no puede dejar de valorar la emergencia de la innovación normativo-institucional reciente del sector, pues en 2016 surgió la Secretaría de Cultura como cabeza del sector cultural de la federación, y en 2017 se promulgó la Ley General de Cultura y Derechos Culturales que de alguna manera concentra y reordena la variadísima normatividad e institucionalidad en la materia.

Digo todo esto a sabiendas que esos elementos que considero coyunturales, así como muchos otros más de corte histórico, son materia de un Observatorio Ciudadano como éste. Si es así, entonces el trabajo de observación es amplio para los observantes, pues son muchos los temas y “problemas” posibles de observar en este crítico presente en materia social, política, económica; presente que además compone un ambiente marcado por violencias varias e inseguridad, por desigualdades, exclusiones y profundización de los sectores empobrecidos; variables todas ellas que entran en consideración ante las respuestas posibles a las preguntas con las que parte este escrito. Más aún cuando el giro cultural de las últimas décadas la considera, a la cultura, un medio más que un fin; horizonte en el que ha adquirido el significado de recurso, como plantea George Yúdice; con lo que incluso la vemos asumir el valor de un bien de cambio al considerarla factor económico que puede apoyar en el desarrollo social, tal como se la justifica y considera en sectores económicos específicos como el turismo cultural. Lo cultural, como se ve, no es ajeno al interés y a la intervención pública, privada y social.

Por otra parte, frente a la crisis social asociada con la inseguridad creciente, se ha echado mano de la cultura para recomponer el tejido social; depositando en ella posibilidades transformadoras, correctivas y de encaminamientos a favor de formas de bienestar y paz colectiva. Tener presente la coyuntura de lo cultural público hoy, no implica borrar la historicidad de cada proceso, hecho y práctica culturales, ya que es en sus contextos dilatados y/o contemporáneos donde las manifestaciones, deseos, proyectos e identidades culturales dibujan sus formas, valores y significados, y en donde adquieren concreción. La visión que debemos construir en torno del deber ser del desarrollo cultural mediado por políticas públicas, finalmente, es tarea colectiva de los miembros del OCCV.



Observación ciudadana del devenir cultural: Documentación sistematizada

Especialistas en materia de observatorios ciudadanos dicen que por lo general los miembros de estos artefactos son profesionistas; ello implica que se trata de gente con algún grado superior de escolaridad. Lo cual tiene relevancia porque entonces quien observa cumple un rol de representante de alguien más, no sólo de sectores culturales, sino de grupos sociales, comunidades, movimientos, y quizás de otros quienes por alguna razón –de poder o de falta de éste- no tendrían voz. Esta implicación importa al momento de definir cómo y por qué incidir o desarrollar lógicas de acción que amplíen la vida democrática en las formas –preferentemente participativas- que se presentan en la realidad social. Parece válido preguntarse ¿a quién/es representa/n los observantes de un observatorio ciudadano?

En ese sentido debe decirse que el OCCV surge de un interés compartido por parte de diferentes personas: profesionistas, gestores, artistas de diferentes disciplinas, ex-servidores públicos, actuales funcionarios de la cultura, académicos, entre otros, respecto del quehacer cultural contemporáneo y por las políticas culturales de Xalapa en primer término, pero también de Veracruz y del país. Los miembros trazan diferentes trayectorias, algunas de ellas cruzadas con anterioridad en torno a algunos programas y proyectos similares; todos cuentan con experiencias que son los acervos y el capital social del Observatorio. Este es el frente común mediante el cual se busca co-participar en la discusión, análisis, diseño, intervención, evaluación, vigilancia y redireccionamiento, en el campo de las políticas culturales en Veracruz, sus ayuntamientos y regiones. A partir de reunir y generar información y conocimiento en materia cultural, nuestro interés es colaborar, hacer parte, enriquecer la toma de decisiones, advertir de crisis y fallas, ampliar las miradas y las voces en el amplio campo de la cultura, en lo posible acompañar las políticas culturales para que éstas sean lo más plurales y democráticas, para que sociedad y gobierno aprendamos a hacer efectivos los derechos culturales. Para que ello sea posible, se requiere de una calidad democrática en el gobierno que considere la participación ciudadana; de una gobernanza participativa, señalan los especialistas. Tema en cuestión en este momento en la entidad ante la inminencia de un nuevo gobierno con nuevas visiones y acciones en el sector cultural. Sin voluntad gubernamental, aun habiendo sociedad civil organizada y activa en el sector cultural, la participación ciudadana no tendría ningún valor real para la idea de co-gobierno, ni para la comunicación, la intervención ni la toma de decisiones dentro de las políticas culturales.



¿Qué significa observar como ciudadano el quehacer público en materia cultural en el Veracruz actual?

Observar formalmente como ciudadano significa interesarse sistemáticamente en el conocimiento continuo del quehacer institucional –pero también económico y social- sobre un bien público, en este caso el de “la cultura”; observar, pues, desde los marcos normativos o jurídicos y la ingeniería institucional del campo, hasta las intervenciones específicas, sus modos y resultados. Observar implica documentar y hacer observaciones críticas desde el sector social, como también hacer propuestas de acción cultural al estado y a aquellos actores económicos que intervienen en el campo; incluso podría interactuarse con ambos actores bajo proyectos comunes en un ambiente normativo-institucional de corte democrático-participativo.

Observar ciudadanamente las políticas culturales, puede definirse como el acto sistemático de atender el funcionamiento, la acción institucional de áreas de la vida cultural intervenida por las políticas culturales, con el fin de organizar información y generar tanto bases de datos como puntos de vista útiles y fundamentados, para llevar a cabo señalamientos, elaborar balances, desarrollar propuestas técnicas, realizar acompañamientos dentro de la sociedad civil organizada, entre otras posibles acciones; idealmente a partir de la existencia de marcos de coparticipación de las políticas culturales oficiales.

Se observa entonces, el quehacer público en material cultural, es decir: la intervención pública u oficial en el sector cultural y el artístico mediante políticas, entendidas como diseños institucionales que responden al cumplimiento de derechos y que en esa medida abonan a la construcción de ciudadanía, incluso a su ampliación en la medida de implicar o integrar al mayor número de manifestaciones socio-culturales y de demandas ciudadanas.

Es por esa vía que la observancia ciudadana, al ser sistemática, puede llegar a co-participar en el desarrollo de las políticas culturales; ya sea desde fuera de éstas, a manera de vigilante del quehacer cultural estatal, o bien de modos más orgánicos si se llegan a establecer vínculos de algún nivel y duración con alguna política, programa o proyecto cultural público específico, en alguna de sus etapas (diseño, aplicación, evaluación, reorientación).

Así, el Observatorio es buque nuevo que surca un terreno dinámico y de transformaciones incesantes; un campo a veces nítido y otras veces no tanto; pero siempre intenso porque tiene que ver con lo hecho por las políticas culturales y con lo que uno hace socioculturalmente, con nuestras vidas en lo individual y colectivo, con nuestros gustos, afanes, perspectivas e ideologías, con nuestra vida en su dimensión cultural. Habrá que reconocer que nuestro observar lo define aquello que imaginamos deber ser social y culturalmente relevante; en ello se cuelan nuestros gustos, intereses, visones y posicionamientos político-ciudadanos. ¿Cómo equilibramos nuestras subjetividades y las objetividades de las políticas?

Como la tarea es enorme e inabarcable en cierto sentido, al paso de más de un año de trayecto, al Observatorio se han unido más fuerzas, más inteligencias y formas de pensar y entender la cultura y las políticas que la intervienen, formas también de considerar cómo se debe actuar en torno a ella desde el colectivo observante. La tripulación representa a la sociedad civil, más precisamente a sectores de promotores, gestores, artistas, y profesionistas; de allí su cualidad de ciudadanía organizada y activa. El OCCV es un proyecto que quiere hacer parte de la democratización de la gobernanza cultural, cuestión que también coloca a la sociedad civil que somos, en tanto Observatorio, en situación de demostrar capacidad observante, sensibilidad pluralista y democrática, condiciones para articular temas, problemas, alternativas propias del campo cultural y las políticas culturales, además de permanencia en el tiempo.



¿Es posible observar el ámbito de la cultura y las políticas culturales en su dimensión, su diversidad, su variabilidad y su contexto-coyuntura?

El ámbito de las políticas públicas de la cultura quizá sea menor que el de la cultura misma. Pero aun así, para un observatorio no parece ser una tarea abarcable en su totalidad; cuando menos no será algo sencillo, sobre todo porque la complejidad y pluralidad cultural pareciera requerir, para su observación, contar con ciertas cualidades o competencias por parte de quien observa, de modo que pueda integrar e incluir esa riqueza llamada cultura. Sin embargo, es válido plantearse ser sensible a la diversidad cultural considerando sus partes por igual, con el mismo valor y derechos de ser, estar y continuar en el mundo, y plantearse también participar en el cumplimiento estatal de los derechos culturales; y considerar también los marcos de poder en los que transcurre, los cuales colocan en situaciones desventajosas a unas culturas frente a otras; de manera que observar la cultura y las políticas públicas de ese campo es, de modos distintos, atender la relación cultura y poder. Por ello es loable tener la capacidad de apertura sobre la variabilidad de las culturas intervenidas por políticas que alienten su reconocimiento y garanticen su existencia y desarrollo, máxime en una época donde la velocidad y dinámica de la vida cultural es intensa, cambiante, y no esencialista.

Ello debe complementarse con la capacidad de entender los casos culturales en su contexto, esto es, teniendo la capacidad de observarlos en sus coyunturas; porque no es lo mismo el estado que guardan ciertas manifestaciones, prácticas y culturas a partir de su relación con las políticas gubernamentales que otras que por alguna razón están al margen de esos apoyos. No es difícil ver la preferencia gubernamental por ciertas expresiones y el rechazo y el olvido de otras. Una ojeada a las cuentas públicas del sector cultural de los órdenes municipal, regional y estatal, nos mostrará tales preferencias quizá en detrimento u exclusión de otras.

En el campo de observación ocurre que por definición, las políticas públicas “administran” recursos escasos, lo cual es cierto, pues no parece haber recurso que alcance para la vida cultural. Sin embargo, en México ni siquiera se cumple con el porcentaje del presupuesto federal para la cultura que como estado miembro de la UNESCO debería otorgar. Por otra parte, debe reconocerse que los beneficiarios de la política cultural son actores interesados, muchos de los cuales suelen apostar sus energías para verse favorecidos por programas y proyectos. Así es que el lobby cultural existe, y en él hay, desde artistas, promotores y gestores culturales consentidos, hasta dinámicas automatizadas que benefician a los mismos grupos, porque cambiar las estrategias y ampliar la base de beneficiados suele salir caro o puede resultar cansado. Ante esto, es de prever que la intención garantista de derechos, encubada en la reciente Ley general de cultura y derechos culturales, logre dar igualdad y reconocimiento activo a la diversidad. ¿Cómo podemos participar o qué debemos hacer como Observatorio para lograr su cumplimiento?

Esto último nos muestra que observar la gobernanza cultural implica tener nociones mínimas de derechos, de políticas y de democracia, dado que en las políticas culturales convergen intereses, proyectos históricos, de viejo y nuevo cuño, proyectos disruptivos e innovadores, contestatarios tanto como conservadores, todos merecedores de los derechos culturales. Habrá que tener tino, prudencia y certeza de la igualdad, del respeto a valores, significados y apuestas de presente y futuro que protagonizan la vida colectiva en la cultura; tener capacidad para pensar y valorar, a partir de la inclusión de la diversidad y la diferencia, el devenir cultural veracruzano. 



¿Cuánto nos es posible observar?

Podemos observar de modo limitado, por la cantidad de aquello que es susceptible de ser observado, y porque nuestra mirada también está circunscrita por lo que consideremos cultura y arte, por nuestra sensibilidad, por nuestros conocimientos y hasta por nuestros desconocimientos. La pregunta también alude a los recursos humanos y materiales que todo observatorio ciudadano domina, al capital de conocimiento con el que se cuenta como observatorio de las políticas culturales; en cuestiones como esas radica parte de la capacidad real de observar. En el caso del OCCV, si bien son favorablemente recibidas la mayor cantidad de colaboraciones posibles, con lo cual se potencia la capacidad de abarcar temas culturales inscritos en políticas, también siempre vale la pena pensar con equilibrio nuestros alcances. Aún no conocemos el techo de observantes en este grupo; pero ya se avizoran ventajas de relacionarnos con otros grupos del sector social afín al nuestro. El hilado de redes de grupos interesados en la cultura es el camino para intentar la mayor representatividad, por un lado; por otro, habrá que hallar formas de colaboración que consoliden la capacidad del observatorio de políticas, esto es, tanto de generar bases de datos, circular información y/o ponerla a disposición para su consulta por parte de interesados de la sociedad y del gobierno o de los diseñadores de políticas; que es donde buscan incidir estos artefactos llamados observatorios ciudadanos. Desde luego, mayor volumen de información, mayor articulación a partir de redes de actores de la sociedad civil enfocados en las políticas de la cultura, y mayor tecnología en nuestras manos, permitirán un mejor desempeño para realizar observaciones críticas y propuestas fundamentadas. Al cabo, debemos tener conciencia de que podemos estar dejando al margen de nuestra observación fenómenos culturales que también se articulan (o no; o que deberían, o que valdría la pena que articulen) a políticas culturales.

Temas para observar (y sobre lo que deberemos elaborar bases de datos) hay muchos en boga y conviviendo, digamos que antiguos y actuales; temas claro está, asociados con el quehacer de las políticas culturales: patrimonio cultural; arte y cultura; derechos culturales; reglamentación del sector cultural: de los acuerdos multinacionales tipo UNESCO a los nacionales; institucionalización  cultural: federal, estatal, municipal; niveles de gobierno cultural: del municipio a la federación y al nivel global; multiculturalismo, interculturalidad, diversidad cultural; cultura y dinámica local-global. Identidad y cultura; el propio de políticas culturales; democracia y cultura; desarrollo urbano, movilidad y cultura; economía y cultura; democracia y arte; economía y arte; migración, cultura e identidad…



¿Observar como ciudadano conlleva un poder en forma de participación ciudadana?

Podría decirse que sí, siempre que el quehacer de los observatorios tenga algún impacto (se espera que favorable) en el quehacer cultural de los gobiernos locales y estatales. Esos efectos pueden darse de modos diferentes y por tanto el nivel o calidad de la participación ciudadana en materia cultural puede variar. Podrían darse casos en que una gobernanza como tal, digamos abiertamente democrática-participativa, integre visiones y hasta actores ciudadano para el diseño de sus políticas, programas y proyectos, o bien podría serse un interlocutor menos decisivo en esas políticas, pero no por ello menos relevante para el trabajo cultural desde la sociedad civil.

Pienso que una tarea o responsabilidad de participar es también la de hacer visible los resultados de la posible incidencia en la participación en calidad de ciudadanos dentro del rol coparticipativo, es decir, hacer público a “la sociedad”, que de algún modo podríamos representar, lo realizado a modo de intervención, ya sea en alguna fase o en un proceso completo de alguna de las políticas culturales locales y regionales. Se entiende que esas posibles intervenciones de un observatorio de esta naturaleza serían a favor de hacer efectiva la democratización del campo cultural, de las políticas del campo, de tratar de hacer que dichas políticas hagan efectivos los derechos culturales, así como relevante la participación. Tarea que en cierto modo hay que aprender a llevar a cabo, la cual requiere de reflexiones y balances cada determinado tiempo.



Si es así, ¿cuál es el poder ciudadano de nuestro observatorio?

El poder central es tener una voz, una presencia, el reconocimiento de cierta comunidad artística y cultural y, de ser posible, también el de actores políticos y de carácter burocrático, es decir de la función pública del campo de políticas de las culturas. Colaborar, como interlocutor (y hay que construir esta cualidad), en la definición de criterios, de estrategias, de campos de incidencia cultural, es también un gran poder ciudadano que permite organizarse como observatorio para recortar un área de interés de la realidad (las políticas de las culturas), colaborando en su visibilización e incluso en su ampliación para que se la considere parte posible de las políticas del sector. Este hecho demanda una actitud democrática, sensible a la pluralidad y a los derechos; porque en el OCCV no se pretende hablar por todos, representar a los actores culturales todos; el Observatorio más bien ha surgido por el interés general y compartido de tener mejores políticas culturales, ir construyendo la cualidad democrático-participativa en materia de políticas de la cultura. Para lo que parece ser conveniente establecer una visión trans-cuatrienal y trans-sexenal de gobierno en la materia, para que cada administración no “invente” de nuevo o desde cero las políticas y los programas, sino que tenga la capacidad de hacer evaluaciones para saber qué debe continuar, qué modificarse y en qué sentido, y qué terminar para dar paso a nuevos temas, proyectos y estrategias.

Entonces, el poder de tener una voz se acompaña de una responsabilidad y de una inteligencia para articular el quehacer observante de la administración pública de la cultura con la diversidad del sector social y en su caso con los intereses y la coparticipación que se relaciona con el poder y las políticas. El poder ciudadano-participativo de un observatorio, considero, es participar analizando, informando, proponiendo tanto al gobierno como a la ciudadanía aquello que en la observación demanda atención, respeto, cuidado, apoyo, etcétera; participar, pues, asumiendo responsabilidades; lo que nos obliga a ordenar la observación de los múltiples y dinámicos tiempos y espacios del desarrollo cultural, de la gobernanza cultural y de la diversa demanda que concurre en el campo de la cultura, el que incluso rebasa a las políticas del sector. Al cabo, el gran poder de un observatorio como éste, es complementar el modelo de la democracia participativa que requiere de una ciudadanía informada que comprenda aquello de que la sociedad también construye al Estado –lo amplía y profundiza su calidad democrática- con su participación; al tiempo que aquel también da pie a la expansión y desarrollo de la sociedad.



¿A quién/es representamos del ámbito cultural del estado veracruzano?

Si bien provenimos de experiencias institucionales, académicas, barriales, de formas gregarias diversas, de corrientes culturales y artísticas también múltiples, entre otras, considero que el Observatorio no pretende erigirse como representante de tendencias, grupos, sectores, o manifestaciones específicas. En cambio, son las experiencias reunidas las que nos permiten intentar conformarnos como un actor colectivo interesado en alcanzar calidad democrática mediante la participación en forma de observatorio del quehacer de los poderes y gobiernos en cuanto al devenir cultural. Se trata de una voz entre muchas otras ubicada en el sector social, voz que se informa, organiza, visualiza y actúa con el fin de participar en el campo de las políticas de la cultura del nivel municipal, regional y de la entidad veracruzana. Intentar representar a muchos, con el trabajo del OCCV, sí es una aspiración posible, pues se pretende mejorar la gobernanza cultural en el sentido de colaborar en hacer visible la pluralidad, los patrimonios, los proyectos culturales, en entender en la realidad los derechos y en vigilar la intervención mediante políticas la vida cultural general.



¿En qué sentido el quehacer del Observatorio puede ampliar –o ya está ampliando- la democracia cultural veracruzana?

La participación ciudadana mediante observatorios ciudadanos teóricamente se considera prueba de la existencia de gobiernos democrático-participativos; es decir, que un gobierno  de esas características se demuestra cuando la sociedad civil puede coparticipar en la toma de decisiones, en la observancia, en la cogestión, en la contraloría social, o en cualquier modo de relación relativo al gobierno realizado mediante políticas públicas. En la práctica, el OCCV ha enfrentado la tarea de hacerse visible ante dos actores sustantivos para su transcurrir observante: los poderes políticos (partidos inmersos en el procesos electoral de este 2018) y el gobierno electo que asume la administración iniciando diciembre. Además, el OCCV ha estado celebrando conversatorios en torno a temáticas culturales de interés público -las que tienen como fondo la nueva Ley general de cultura y derechos culturales (2017)-, en diferentes ciudades del estado de Veracruz. Esto quiere decir que parte de los esfuerzos tienen que ver con la construcción práctica del Observatorio.

La democratización dentro de la cual se inscribe el Observatorio, pronto se sabrá si es de corte participativo y en qué sentido o con qué calidad de democracia se desempeñará el nuevo gobierno. En todo esto, el aprendizaje de esa nueva administración, de alguna manera se corresponde con el también necesario aprendizaje de la sociedad civil para ser un contrapeso, un interlocutor relevante, que de modo colectivo o a título más individual, vaya representado parte del sector social de la cultura. El aprendizaje societal y gubernamental, pues, está en marcha.



Referencias con las cuales se han pensado estas líneas:

Yúdice, George, 2002, “El recurso de la cultura”, en El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global, Barcelona: Editorial Gedisa, pp. 23-56.

Vich, Víctor 2014, Desculturizar la cultura: La gestión cultural como forma de acción política, Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Martínez Tiburcio, María Gabriela, Omar Valencia Domínguez y Oniel Díaz, 2014, “Bases y precisiones conceptuales para el estudio de los Observatorios Ciudadanos”, en Natal y Díaz, op cit, pp. 53.76.

Natal, Alejandro y Oniel Díaz, “¿Qué son y cómo funcionan los Observatorios Ciudadanos?”, en Alejandro Natal y Oniel Díaz (coords.), 2014, Observatorios ciudadanos. Nuevas formas de participación de la sociedad, México: UAM-Lerma e Iztapalapa/Gernika, pp. 19-52.

Pérez Ruiz 2016, “¿Cómo pasó? Reflexiones sobre la reconfiguración del campo cultural en México”, recuperado el 22/10/2018 de: https://mayalorenablog.files.wordpress.com/2017/10/2017-cocc81mo-pasocc81-reconfoguraciocc81n-del-campo-cultural-compressed.pdf



* Homero Ávila Landa es Profesor-investigador, doctorado en antropología social por el CIESAS, ha desarrollado investigación sobre políticas públicas de la cultura centrado en las interacciones entre actores de la sociedad civil organizada y áreas de la administración cultural de carácter municipal, estatal y federal; esas interrelaciones las ha trabajado a partir de la noción de mecanismos de participación ciudadana que se han generado alrededor de las políticas. También se interesa por el estudio de las juventudes desde los enfoques culturales de la antropología social y cultural, mediante los cuales se ha acercado a la construcción de identidades y culturas juveniles en el estado mexicano de Veracruz. Ha dirigido investigaciones de posgrado sobre movimientos culturales musicales, flexibilidad juvenil, participación ciudadana en el campo sociocultural urbano y la gestión de colectivos culturales juveniles. Se ha especializado en metodologías cualitativas. Actualmente coordina el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana.


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