Observación ciudadana de políticas culturales: El Observatorio Cultural Ciudadano Veracruz: posibilidades, modos, fines
Homero Ávila
Landa*
¿Qué
significa observar como ciudadano el quehacer público del ramo cultural en el
Veracruz actual? ¿Qué observar de “la cultura” y cómo hacerlo? ¿Para qué
observar el ámbito cultural veracruzano mediado por políticas? ¿Es posible
observar ese campo en su dimensión, su diversidad, su variabilidad, sus
contextos y coyunturas? ¿Cuánto nos es posible observar? ¿En qué sentido
observar representa un poder en forma de participación ciudadana? Si es así,
¿cuál es el poder ciudadano de nuestro observatorio? ¿A quién/es representamos
del ámbito cultural del estado veracruzano? ¿En qué sentido el quehacer del
Observatorio puede ampliar –o está ampliando- la democracia cultural
veracruzana?
Son demasiadas preguntas y cada una
merece respuesta propia a partir de un desarrollo particular. Ello no es
posible de lograr en este momento, pero sirva este breve texto para apuntar
apenas un conjunto de interrogantes que nos lleven a reflexionar sobre el
ámbito de las políticas culturales, y para comenzar a delinear posibles veredas
del quehacer de un observatorio ciudadano ubicado en el amplio universo de la
cultura, dimensión que, bien se sabe, no es un dominio autónomo o separado,
sino integrado a otros como el político, el histórico o el económico.
Construir la coyuntura e
hilvanar posibles líneas de respuesta
Las
respuestas posibles a las preguntas de inicio deben reconocer la coyuntura
actual del estado de Veracruz, un territorio diverso geográfica, natural,
social, económica y culturalmente; atravesado desde hace décadas (¿desde
siempre?) por delicadas crisis ecológicas, económicas, políticas y sociales;
profundamente marcado, sobre todo en los últimos dos sexenios y el bienio
gubernamentales que ya concluyó, por violencias varias que han vulnerado la
vida cotidiana de todos sus habitantes, los ciudadanos, digamos de siempre, y
también a aquellos que están en tránsito y cuya temporalidad se desconoce pero
que ya conviven con todos los veracruzanos y avecindados; conjuntos de personas
que forman corrientes de migrantes, se dice que centroamericanos, sin saber si
también del Caribe y otros rumbos. Entidad donde convivimos diferentes culturas,
tanto las originarias distribuidas en diferentes regiones veracruzanas, las
mestizas configuradas a lo largo de siglos, como las inmigradas en siglos
cercanos y en el presente globalizado.
Se trata además de una entidad federal
cuya ciudad más representativa históricamente, de igual nombre que el estado,
está por ¿celebrar?, ¿conmemorar?, ¿reflexionar?, en el muy cercano 2019, sobre
sus 500 años de existencia. Acciones festivas de la ciudad, que hasta hace poco
eran de notorio interés para los sectores privados porteños, más que de
atención de instancias públicas. Sólo para iluminar lo coyuntural del tema, no
ha sido sino hasta que la esposa del presidente electo, Beatriz Gutiérrez
Müller, se interesó públicamente, junto con el gobernador de la entidad, Cuitláhuac
García Jiménez, que se ha planteado un interés manifiesto de corte
gubernamental para llevar a cabo algunas celebraciones por ese hecho histórico.
En este sentido, lo que sea que se
observe como cultura en el estado, coincide con la emergencia y pronta
normalización de un nuevo sello político y de gobierno definido por la llegada
del Movimiento de Regeneración Nacional a los poderes ejecutivo y legislativo
federal en primer término, pero también al gobierno del estado de Veracruz y a
infinidad de gobiernos municipales; situación que en Xalapa capital ya es
plausible desde diciembre del 2017 con el arribo del ayuntamiento vigente. Los
nuevos gobiernos del mismo sello político-“partidista” no pueden desatender el
hecho de que el presente cultural transcurre entre perspectivas emergentes y
reclamos colectivos sobre la diversidad cultural, la interculturalidad, los
derechos culturales y/o la bioculturalidad, que representan realidades
dinámicas y complejas sobre las cuales se nutren luchas y demandas sociales
varias.
Ante los inminentes nuevos gobiernos
estatal y federal, denominados “de izquierda”, se han reunido inmensas
expectativas de transformación en todos los sectores, incluido el cultural.
Ello también se ha reflejado en el “sector social”; ejemplo de ello es el Observatorio Cultural Ciudadano Veracruz
(OCCV). Y es en éste en donde se espera reflejar la diversidad y la complejidad
del campo cultural y distintos componentes como el legal, institucional,
económico, político, societal, etcétera. En este sentido, un primer paso será
averiguar/observar lo que se habrá de incluir y priorizar (y lo que no) en las
políticas culturales públicas, así como los modos de diseñarlas y aplicarlas
desde la naciente Secretaría de Cultura del estado de Veracruz; habría también
que observar los modos de inclusión de lo cultural en la perspectiva general
que dé pié al programa sexenal para el sector de las culturas veracruzanas.
Ello opera como principio válido de una nueva etapa de intervención sobre el
devenir simbólico en nuestros municipios y entidad.
Lo anterior son elementos del contexto
político-cultural de la más amplia vida cultural veracruzana (las políticas
culturales no son la cultura, sino, digamos, formas específicas de gobernanza
cultural), la cual no puede dejar de valorar la emergencia de la innovación
normativo-institucional reciente del sector, pues en 2016 surgió la Secretaría
de Cultura como cabeza del sector cultural de la federación, y en 2017 se
promulgó la Ley General de Cultura y Derechos Culturales que de alguna manera
concentra y reordena la variadísima normatividad e institucionalidad en la
materia.
Digo todo esto a sabiendas que esos
elementos que considero coyunturales, así como muchos otros más de corte
histórico, son materia de un Observatorio Ciudadano como éste. Si es así,
entonces el trabajo de observación es amplio para los observantes, pues son
muchos los temas y “problemas” posibles de observar en este crítico presente en
materia social, política, económica; presente que además compone un ambiente
marcado por violencias varias e inseguridad, por desigualdades, exclusiones y
profundización de los sectores empobrecidos; variables todas ellas que entran
en consideración ante las respuestas posibles a las preguntas con las que parte
este escrito. Más aún cuando el giro cultural de las últimas décadas la
considera, a la cultura, un medio más que un fin; horizonte en el que ha
adquirido el significado de recurso, como plantea George Yúdice; con lo que
incluso la vemos asumir el valor de un bien de cambio al considerarla factor
económico que puede apoyar en el desarrollo social, tal como se la justifica y
considera en sectores económicos específicos como el turismo cultural. Lo
cultural, como se ve, no es ajeno al interés y a la intervención pública,
privada y social.
Por otra parte, frente a la crisis
social asociada con la inseguridad creciente, se ha echado mano de la cultura
para recomponer el tejido social; depositando en ella posibilidades
transformadoras, correctivas y de encaminamientos a favor de formas de
bienestar y paz colectiva. Tener presente la coyuntura de lo cultural público
hoy, no implica borrar la historicidad de cada proceso, hecho y práctica
culturales, ya que es en sus contextos dilatados y/o contemporáneos donde las
manifestaciones, deseos, proyectos e identidades culturales dibujan sus formas,
valores y significados, y en donde adquieren concreción. La visión que debemos
construir en torno del deber ser del desarrollo cultural mediado por políticas
públicas, finalmente, es tarea colectiva de los miembros del OCCV.
Observación ciudadana
del devenir cultural: Documentación sistematizada
Especialistas
en materia de observatorios ciudadanos dicen que por lo general los miembros de
estos artefactos son profesionistas; ello implica que se trata de gente con
algún grado superior de escolaridad. Lo cual tiene relevancia porque entonces
quien observa cumple un rol de representante de alguien más, no sólo de
sectores culturales, sino de grupos sociales, comunidades, movimientos, y
quizás de otros quienes por alguna razón –de poder o de falta de éste- no
tendrían voz. Esta implicación importa al momento de definir cómo y por qué
incidir o desarrollar lógicas de acción que amplíen la vida democrática en las
formas –preferentemente participativas- que se presentan en la realidad social.
Parece válido preguntarse ¿a quién/es representa/n los observantes de un
observatorio ciudadano?
En ese sentido debe decirse que el OCCV
surge de un interés compartido por parte de diferentes personas:
profesionistas, gestores, artistas de diferentes disciplinas, ex-servidores
públicos, actuales funcionarios de la cultura, académicos, entre otros,
respecto del quehacer cultural contemporáneo y por las políticas culturales de
Xalapa en primer término, pero también de Veracruz y del país. Los miembros
trazan diferentes trayectorias, algunas de ellas cruzadas con anterioridad en
torno a algunos programas y proyectos similares; todos cuentan con experiencias
que son los acervos y el capital social del Observatorio. Este es el frente
común mediante el cual se busca co-participar en la discusión, análisis,
diseño, intervención, evaluación, vigilancia y redireccionamiento, en el campo
de las políticas culturales en Veracruz, sus ayuntamientos y regiones. A partir
de reunir y generar información y conocimiento en materia cultural, nuestro
interés es colaborar, hacer parte, enriquecer la toma de decisiones, advertir de crisis y fallas, ampliar
las miradas y las voces en el amplio campo de la cultura, en lo posible acompañar las políticas culturales para
que éstas sean lo más plurales y democráticas, para que sociedad y gobierno
aprendamos a hacer efectivos los derechos culturales. Para que ello sea
posible, se requiere de una calidad democrática en el gobierno que considere la
participación ciudadana; de una gobernanza participativa, señalan los
especialistas. Tema en cuestión en este momento en la entidad ante la
inminencia de un nuevo gobierno con nuevas visiones y acciones en el sector
cultural. Sin voluntad gubernamental, aun habiendo sociedad civil organizada y
activa en el sector cultural, la participación ciudadana no tendría ningún
valor real para la idea de co-gobierno, ni para la comunicación, la
intervención ni la toma de decisiones dentro de las políticas culturales.
¿Qué significa observar
como ciudadano el quehacer público en materia cultural en el Veracruz actual?
Observar
formalmente como ciudadano significa interesarse sistemáticamente en el
conocimiento continuo del quehacer institucional –pero también económico y
social- sobre un bien público, en este caso el de “la cultura”; observar, pues,
desde los marcos normativos o jurídicos y la ingeniería institucional del
campo, hasta las intervenciones específicas, sus modos y resultados. Observar
implica documentar y hacer observaciones críticas desde el sector social, como
también hacer propuestas de acción cultural al estado y a aquellos actores económicos
que intervienen en el campo; incluso podría interactuarse con ambos actores
bajo proyectos comunes en un ambiente normativo-institucional de corte
democrático-participativo.
Observar ciudadanamente las políticas
culturales, puede definirse como el acto sistemático de atender el
funcionamiento, la acción institucional de áreas de la vida cultural intervenida
por las políticas culturales, con el fin de organizar información y generar tanto
bases de datos como puntos de vista útiles y fundamentados, para llevar a cabo señalamientos,
elaborar balances, desarrollar propuestas técnicas, realizar acompañamientos
dentro de la sociedad civil organizada, entre otras posibles acciones;
idealmente a partir de la existencia de marcos de coparticipación de las
políticas culturales oficiales.
Se observa entonces, el quehacer público
en material cultural, es decir: la intervención pública u oficial en el sector
cultural y el artístico mediante políticas, entendidas como diseños
institucionales que responden al cumplimiento de derechos y que en esa medida
abonan a la construcción de ciudadanía, incluso a su ampliación en la medida de
implicar o integrar al mayor número de manifestaciones socio-culturales y de
demandas ciudadanas.
Es por esa vía que la observancia
ciudadana, al ser sistemática, puede llegar a co-participar en el desarrollo de
las políticas culturales; ya sea desde fuera de éstas, a manera de vigilante
del quehacer cultural estatal, o bien de modos más orgánicos si se llegan a
establecer vínculos de algún nivel y duración con alguna política, programa o
proyecto cultural público específico, en alguna de sus etapas (diseño,
aplicación, evaluación, reorientación).
Así, el Observatorio es buque nuevo que
surca un terreno dinámico y de transformaciones incesantes; un campo a veces
nítido y otras veces no tanto; pero siempre intenso porque tiene que ver con lo
hecho por las políticas culturales y con lo que uno hace socioculturalmente,
con nuestras vidas en lo individual y colectivo, con nuestros gustos, afanes,
perspectivas e ideologías, con nuestra vida en su dimensión cultural. Habrá que
reconocer que nuestro observar lo define aquello que imaginamos deber ser
social y culturalmente relevante; en ello se cuelan nuestros gustos, intereses,
visones y posicionamientos político-ciudadanos. ¿Cómo equilibramos nuestras
subjetividades y las objetividades de las políticas?
Como la tarea es enorme e inabarcable en
cierto sentido, al paso de más de un año de trayecto, al Observatorio se han
unido más fuerzas, más inteligencias y formas de pensar y entender la cultura y
las políticas que la intervienen, formas también de considerar cómo se debe
actuar en torno a ella desde el colectivo observante. La tripulación representa
a la sociedad civil, más precisamente a sectores de promotores, gestores,
artistas, y profesionistas; de allí su cualidad de ciudadanía organizada y activa.
El OCCV es un proyecto que quiere hacer parte de la democratización de la
gobernanza cultural, cuestión que también coloca a la sociedad civil que somos,
en tanto Observatorio, en situación de demostrar capacidad observante,
sensibilidad pluralista y democrática, condiciones para articular temas,
problemas, alternativas propias del campo cultural y las políticas culturales,
además de permanencia en el tiempo.
¿Es posible observar el
ámbito de la cultura y las políticas culturales en su dimensión, su diversidad,
su variabilidad y su contexto-coyuntura?
El
ámbito de las políticas públicas de la cultura quizá sea menor que el de la
cultura misma. Pero aun así, para un observatorio no parece ser una tarea
abarcable en su totalidad; cuando menos no será algo sencillo, sobre todo
porque la complejidad y pluralidad cultural pareciera requerir, para su
observación, contar con ciertas cualidades o competencias por parte de quien
observa, de modo que pueda integrar e incluir esa riqueza llamada cultura. Sin
embargo, es válido plantearse ser sensible a la diversidad cultural
considerando sus partes por igual, con el mismo valor y derechos de ser, estar
y continuar en el mundo, y plantearse también participar en el cumplimiento
estatal de los derechos culturales; y considerar también los marcos de poder en
los que transcurre, los cuales colocan en situaciones desventajosas a unas
culturas frente a otras; de manera que observar la cultura y las políticas
públicas de ese campo es, de modos distintos, atender la relación cultura y
poder. Por ello es loable tener la capacidad de apertura sobre la variabilidad
de las culturas intervenidas por políticas que alienten su reconocimiento y
garanticen su existencia y desarrollo, máxime en una época donde la velocidad y
dinámica de la vida cultural es intensa, cambiante, y no esencialista.
Ello debe complementarse con la
capacidad de entender los casos culturales en su contexto, esto es, teniendo la
capacidad de observarlos en sus coyunturas; porque no es lo mismo el estado que
guardan ciertas manifestaciones, prácticas y culturas a partir de su relación
con las políticas gubernamentales que otras que por alguna razón están al margen
de esos apoyos. No es difícil ver la preferencia gubernamental por ciertas
expresiones y el rechazo y el olvido de otras. Una ojeada a las cuentas
públicas del sector cultural de los órdenes municipal, regional y estatal, nos
mostrará tales preferencias quizá en detrimento u exclusión de otras.
En el campo de observación ocurre que
por definición, las políticas públicas “administran” recursos escasos, lo cual
es cierto, pues no parece haber recurso que alcance para la vida cultural. Sin
embargo, en México ni siquiera se cumple con el porcentaje del presupuesto
federal para la cultura que como estado miembro de la UNESCO debería otorgar.
Por otra parte, debe reconocerse que los beneficiarios de la política cultural
son actores interesados, muchos de los cuales suelen apostar sus energías para
verse favorecidos por programas y proyectos. Así es que el lobby cultural
existe, y en él hay, desde artistas, promotores y gestores culturales
consentidos, hasta dinámicas automatizadas que benefician a los mismos grupos,
porque cambiar las estrategias y ampliar la base de beneficiados suele salir
caro o puede resultar cansado. Ante esto, es de prever que la intención
garantista de derechos, encubada en la reciente Ley general de cultura y derechos culturales, logre dar igualdad y
reconocimiento activo a la diversidad. ¿Cómo podemos participar o qué debemos
hacer como Observatorio para lograr su cumplimiento?
Esto último nos muestra que observar la
gobernanza cultural implica tener nociones mínimas de derechos, de políticas y
de democracia, dado que en las políticas culturales convergen intereses,
proyectos históricos, de viejo y nuevo cuño, proyectos disruptivos e
innovadores, contestatarios tanto como conservadores, todos merecedores de los
derechos culturales. Habrá que tener tino, prudencia y certeza de la igualdad,
del respeto a valores, significados y apuestas de presente y futuro que
protagonizan la vida colectiva en la cultura; tener capacidad para pensar y
valorar, a partir de la inclusión de la diversidad y la diferencia, el devenir
cultural veracruzano.
¿Cuánto nos es posible
observar?
Podemos
observar de modo limitado, por la cantidad de aquello que es susceptible de ser
observado, y porque nuestra mirada también está circunscrita por lo que
consideremos cultura y arte, por nuestra sensibilidad, por nuestros
conocimientos y hasta por nuestros desconocimientos. La pregunta también alude
a los recursos humanos y materiales que todo observatorio ciudadano domina, al
capital de conocimiento con el que se cuenta como observatorio de las políticas
culturales; en cuestiones como esas radica parte de la capacidad real de
observar. En el caso del OCCV, si bien son favorablemente recibidas la mayor
cantidad de colaboraciones posibles, con lo cual se potencia la capacidad de
abarcar temas culturales inscritos en políticas, también siempre vale la pena
pensar con equilibrio nuestros alcances. Aún no conocemos el techo de
observantes en este grupo; pero ya se avizoran ventajas de relacionarnos con
otros grupos del sector social afín al nuestro. El hilado de redes de grupos
interesados en la cultura es el camino para intentar la mayor
representatividad, por un lado; por otro, habrá que hallar formas de
colaboración que consoliden la capacidad del observatorio de políticas, esto
es, tanto de generar bases de datos, circular información y/o ponerla a
disposición para su consulta por parte de interesados de la sociedad y del
gobierno o de los diseñadores de políticas; que es donde buscan incidir estos
artefactos llamados observatorios ciudadanos. Desde luego, mayor volumen de
información, mayor articulación a partir de redes de actores de la sociedad
civil enfocados en las políticas de la cultura, y mayor tecnología en nuestras
manos, permitirán un mejor desempeño para realizar observaciones críticas y
propuestas fundamentadas. Al cabo, debemos tener conciencia de que podemos estar
dejando al margen de nuestra observación fenómenos culturales que también se
articulan (o no; o que deberían, o que valdría la pena que articulen) a
políticas culturales.
Temas para observar (y sobre lo que
deberemos elaborar bases de datos) hay muchos en boga y conviviendo, digamos
que antiguos y actuales; temas claro está, asociados con el quehacer de las
políticas culturales: patrimonio cultural; arte y cultura; derechos culturales;
reglamentación del sector cultural: de los acuerdos multinacionales tipo UNESCO
a los nacionales; institucionalización
cultural: federal, estatal, municipal; niveles de gobierno cultural: del
municipio a la federación y al nivel global; multiculturalismo,
interculturalidad, diversidad cultural; cultura y dinámica local-global.
Identidad y cultura; el propio de políticas culturales; democracia y cultura;
desarrollo urbano, movilidad y cultura; economía y cultura; democracia y arte;
economía y arte; migración, cultura e identidad…
¿Observar como
ciudadano conlleva un poder en forma de participación ciudadana?
Podría
decirse que sí, siempre que el quehacer de los observatorios tenga algún
impacto (se espera que favorable) en el quehacer cultural de los gobiernos
locales y estatales. Esos efectos pueden darse de modos diferentes y por tanto
el nivel o calidad de la participación ciudadana en materia cultural puede
variar. Podrían darse casos en que una gobernanza como tal, digamos
abiertamente democrática-participativa, integre visiones y hasta actores
ciudadano para el diseño de sus políticas, programas y proyectos, o bien podría
serse un interlocutor menos decisivo en esas políticas, pero no por ello menos
relevante para el trabajo cultural desde la sociedad civil.
Pienso que una tarea o responsabilidad
de participar es también la de hacer visible los resultados de la posible
incidencia en la participación en calidad de ciudadanos dentro del rol
coparticipativo, es decir, hacer público a “la sociedad”, que de algún modo
podríamos representar, lo realizado a modo de intervención, ya sea en alguna
fase o en un proceso completo de alguna de las políticas culturales locales y
regionales. Se entiende que esas posibles intervenciones de un observatorio de
esta naturaleza serían a favor de hacer efectiva la democratización del campo cultural,
de las políticas del campo, de tratar de hacer que dichas políticas hagan
efectivos los derechos culturales, así como relevante la participación. Tarea
que en cierto modo hay que aprender a llevar a cabo, la cual requiere de
reflexiones y balances cada determinado tiempo.
Si es así, ¿cuál es el
poder ciudadano de nuestro observatorio?
El
poder central es tener una voz, una presencia, el reconocimiento de cierta
comunidad artística y cultural y, de ser posible, también el de actores
políticos y de carácter burocrático, es decir de la función pública del campo
de políticas de las culturas. Colaborar, como interlocutor (y hay que construir
esta cualidad), en la definición de criterios, de estrategias, de campos de
incidencia cultural, es también un gran poder ciudadano que permite organizarse
como observatorio para recortar un área de interés de la realidad (las
políticas de las culturas), colaborando en su visibilización e incluso en su
ampliación para que se la considere parte posible de las políticas del sector.
Este hecho demanda una actitud democrática, sensible a la pluralidad y a los
derechos; porque en el OCCV no se pretende hablar por todos, representar a los
actores culturales todos; el Observatorio más bien ha surgido por el interés
general y compartido de tener mejores políticas culturales, ir construyendo la
cualidad democrático-participativa en materia de políticas de la cultura. Para
lo que parece ser conveniente establecer una visión trans-cuatrienal y
trans-sexenal de gobierno en la materia, para que cada administración no
“invente” de nuevo o desde cero las políticas y los programas, sino que tenga
la capacidad de hacer evaluaciones para saber qué debe continuar, qué
modificarse y en qué sentido, y qué terminar para dar paso a nuevos temas,
proyectos y estrategias.
Entonces, el poder de tener una voz se
acompaña de una responsabilidad y de una inteligencia para articular el
quehacer observante de la administración pública de la cultura con la
diversidad del sector social y en su caso con los intereses y la
coparticipación que se relaciona con el poder y las políticas. El poder
ciudadano-participativo de un observatorio, considero, es participar
analizando, informando, proponiendo tanto al gobierno como a la ciudadanía
aquello que en la observación demanda atención, respeto, cuidado, apoyo,
etcétera; participar, pues, asumiendo responsabilidades; lo que nos obliga a ordenar
la observación de los múltiples y dinámicos tiempos y espacios del desarrollo
cultural, de la gobernanza cultural y de la diversa demanda que concurre en el
campo de la cultura, el que incluso rebasa a las políticas del sector. Al cabo,
el gran poder de un observatorio como éste, es complementar el modelo de la
democracia participativa que requiere de una ciudadanía informada que comprenda
aquello de que la sociedad también construye al Estado –lo amplía y profundiza
su calidad democrática- con su participación; al tiempo que aquel también da
pie a la expansión y desarrollo de la sociedad.
¿A quién/es
representamos del ámbito cultural del estado veracruzano?
Si
bien provenimos de experiencias institucionales, académicas, barriales, de
formas gregarias diversas, de corrientes culturales y artísticas también
múltiples, entre otras, considero que el Observatorio no pretende erigirse como
representante de tendencias, grupos, sectores, o manifestaciones específicas.
En cambio, son las experiencias reunidas las que nos permiten intentar
conformarnos como un actor colectivo interesado en alcanzar calidad democrática
mediante la participación en forma de observatorio del quehacer de los poderes
y gobiernos en cuanto al devenir cultural. Se trata de una voz entre muchas
otras ubicada en el sector social, voz que se informa, organiza, visualiza y
actúa con el fin de participar en el campo de las políticas de la cultura del
nivel municipal, regional y de la entidad veracruzana. Intentar representar a
muchos, con el trabajo del OCCV, sí es una aspiración posible, pues se pretende
mejorar la gobernanza cultural en el sentido de colaborar en hacer visible la
pluralidad, los patrimonios, los proyectos culturales, en entender en la
realidad los derechos y en vigilar la intervención mediante políticas la vida
cultural general.
¿En qué sentido el
quehacer del Observatorio puede ampliar –o ya está ampliando- la democracia
cultural veracruzana?
La
participación ciudadana mediante observatorios ciudadanos teóricamente se
considera prueba de la existencia de gobiernos democrático-participativos; es
decir, que un gobierno de esas
características se demuestra cuando la sociedad civil puede coparticipar en la
toma de decisiones, en la observancia, en la cogestión, en la contraloría
social, o en cualquier modo de relación relativo al gobierno realizado mediante
políticas públicas. En la práctica, el OCCV ha enfrentado la tarea de hacerse
visible ante dos actores sustantivos para su transcurrir observante: los
poderes políticos (partidos inmersos en el procesos electoral de este 2018) y
el gobierno electo que asume la administración iniciando diciembre. Además, el
OCCV ha estado celebrando conversatorios en torno a temáticas culturales de
interés público -las que tienen como fondo la nueva Ley general de cultura y
derechos culturales (2017)-, en diferentes ciudades del estado de Veracruz.
Esto quiere decir que parte de los esfuerzos tienen que ver con la construcción
práctica del Observatorio.
La democratización dentro de la cual se
inscribe el Observatorio, pronto se sabrá si es de corte participativo y en qué
sentido o con qué calidad de democracia se desempeñará el nuevo gobierno. En
todo esto, el aprendizaje de esa nueva administración, de alguna manera se
corresponde con el también necesario aprendizaje de la sociedad civil para ser
un contrapeso, un interlocutor relevante, que de modo colectivo o a título más
individual, vaya representado parte del sector social de la cultura. El
aprendizaje societal y gubernamental, pues, está en marcha.
Referencias con las
cuales se han pensado estas líneas:
Yúdice,
George, 2002, “El recurso de la cultura”, en El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global,
Barcelona: Editorial Gedisa, pp. 23-56.
Vich,
Víctor 2014, Desculturizar la cultura: La
gestión cultural como forma de acción política, Buenos Aires: Siglo
Veintiuno Editores.
Martínez
Tiburcio, María Gabriela, Omar Valencia Domínguez y Oniel Díaz, 2014, “Bases y
precisiones conceptuales para el estudio de los Observatorios Ciudadanos”, en
Natal y Díaz, op cit, pp. 53.76.
Natal,
Alejandro y Oniel Díaz, “¿Qué son y cómo funcionan los Observatorios Ciudadanos?”,
en Alejandro Natal y Oniel Díaz (coords.), 2014, Observatorios ciudadanos. Nuevas formas de participación de la sociedad,
México: UAM-Lerma e Iztapalapa/Gernika, pp. 19-52.
Pérez
Ruiz 2016, “¿Cómo pasó? Reflexiones sobre la reconfiguración del campo cultural
en México”, recuperado el 22/10/2018 de: https://mayalorenablog.files.wordpress.com/2017/10/2017-cocc81mo-pasocc81-reconfoguraciocc81n-del-campo-cultural-compressed.pdf
* Homero Ávila Landa es Profesor-investigador,
doctorado en antropología social por el CIESAS, ha desarrollado investigación
sobre políticas públicas de la cultura centrado en las interacciones entre
actores de la sociedad civil organizada y áreas de la administración cultural
de carácter municipal, estatal y federal; esas interrelaciones las ha trabajado
a partir de la noción de mecanismos de participación ciudadana que se han generado
alrededor de las políticas. También se interesa por el estudio de las
juventudes desde los enfoques culturales de la antropología social y cultural,
mediante los cuales se ha acercado a la construcción de identidades y culturas
juveniles en el estado mexicano de Veracruz. Ha dirigido investigaciones de
posgrado sobre movimientos culturales musicales, flexibilidad juvenil,
participación ciudadana en el campo sociocultural urbano y la gestión de
colectivos culturales juveniles. Se ha especializado en metodologías
cualitativas. Actualmente coordina el Centro de Estudios de la Cultura y la
Comunicación de la Universidad Veracruzana.
Comentarios