Una mirada hacia dentro
En esta ocasión, corresponde el turno a nuestra compañera observante, Juana Santos Medel, quien nos obsequia una mirada crítica al interior de las instituciones culturales de Veacruz y, en lo particular, a lo que considera ha ocurrido con el personal adscrito a dichas dependencias de gobierno.
Juana Santos Medel*
Intentaré
hacer algunas reflexiones en torno al trabajador de la cultura: el burócrata
cultural, pero antes, no quiero dejar pasar unas líneas que leí sobre el tema y
que me parecen acertadas:
“…el actor burocrático como aquí le
llamo. Aparte de la carga despectiva que esta categoría tiene, el actor
burocrático está ambiguamente identificado por la población: es al mismo tiempo
el individuo escasamente trabajador y atento que atiende un trámite de ventanilla,
el oficial de tránsito listo a sobornarse y toda la oscura gama de personas
sentados en los escritorios desvencijados de las oficinas públicas (muchos
escuchando la radio o vendiendo baratijas a sus compañeros en su tiempo de
trabajo)”, David Arellano Gault.
Pero ¿qué es un burócrata?, el mismo
Arellano nos da la respuesta al comentar que la palabra “burócrata” deriva del
francés bureau que significa mueble
para escribir o escritorio y que, por extensión a la persona que se sienta
atrás de un escritorio, generalmente de oficinas públicas, se le denomina “burócrata”.
Este burócrata,
catalogado como un individuo raramente trabajador y a veces, digamos, amable,
que se encuentra generalmente atendiendo trámites, hoy se le ve atrás de una
pantalla colocada encima de un escritorio desvencijado. Este burócrata tiene la
mirada fija en una computadora, los ojos perdidos y viendo hasta el cansancio
páginas de “Facebook”, películas, “chateando”, observando las noticias locales
pero sobre todo aquellas que tienen que ver con robos, accidentes y demás, y
ah, en estos días los partidos de futbol.
Me pregunto ¿En qué
momento sucedió esa transformación? ¿Cómo ocurrió? ¿Fue lento o acelerado el
proceso?
Seguramente hay muchas
respuestas a estas preguntas. En lo personal lo que he observado a lo largo de
más de treinta años de andar, afortunadamente, en algunas instituciones culturales
como Culturas Populares, el desaparecido Consejo Veracruzano de Arte Popular y
el Instituto Veracruzano de la Cultura, es que no fue, desde mi perspectiva, un proceso
corto éste se fue dando poco a poco en la medida en que las instituciones
perdían el rumbo de su nacimiento, es decir del objetivo para el cual fueron
creadas, de las decisiones gubernamentales, del perfil de sus trabajadores y de
la voluntad de cada una de las administraciones, entre otras.
Poco a poco observé cómo
los presupuestos para cada una de las instituciones se fue reduciendo hasta que
llegó el momento que poco se tenía para
planear, proyectar, ejecutar y, mucho menos, dar seguimiento a los
programas que dieron o trataron de dar respuesta al área cultural.
Fuimos testigos y no
nos preguntamos ¿qué pasaba?, manteníamos los oídos sordos, los ojos cerrados y
la boca callada y así el monstruo de eso que se llama “burocracia” se fue
adentrando en los espacios, en los corazones y en el perfil de los llamados
trabajadores de la cultura.
Hoy los escritorios
desvencijados se ven por doquier, cajones que para abrirlos tienen en lugar de
manija un pedazo de “mecate o pita”, desbarnizados por el paso del tiempo;
llama la atención de cada uno de esos pequeños espacios que ocupa el escritorio
y es el lugar del trabajador, las imágenes que tiene alrededor, ya sean
religiosas o familiares, y obviamente
sobre cada mueble hojas y más hojas de papel que quizás reflejan el “trabajo”
de cada empleado; y dentro de cada cajón sobresalen hojas en algunas ocasiones,
y que son las menos, desordenadas.
Lo extraordinario y no
sé si así llamarlo, es que en esos espacios que contiene cada escritorio, al
abrirlos encontraremos bolsitas de cacahuates, de pepitas peladas o sin pelar,
gomitas, galletas, chicharrones y un largo etcétera que esperan pacientemente llegar
a las manos del trabajador. El paisaje laboral va acompañado de cafeteras
eléctricas, hornos de microondas y pequeños refrigeradores. Ese es el ambiente
que normalmente rodea el espacio de trabajo.
¿En dónde quedó el
trabajador de la cultura? Hoy todos, en mayor o menor medida, realizan trámites
administrativos porque por una actividad que se hace se eleva a mil los
documentos que hay que elaborar para comprobar una compra o justificar un pago
a un tallerista.
Algunas de las
subdirecciones fundamentales ahora son simulaciones, en el caso del IVEC, la de
Patrimonio Cultural que cambió totalmente su perfil al igual que la inexistente
área de Promoción y Difusión Cultural, ésta última convertida actualmente en un
triste espacio denominado Comunicación Social.
Al presente se requiere
una revisión profunda tanto del programa, si es que lo hay, como del perfil de
los trabajadores, quizás hasta hablar del gusto hacia el trabajo, el deseo de
conocer más allá de una hoja, de cumplir una norma por cumplirla, de gozar con
cada una de las actividades y de renovar el personal pero teniendo en cuenta un
perfil profesional y una digna retribución salarial y retiro del trabajador que
ha caminado junto con la institución.
Hay más que
reflexionar, sí mucho más, porque se tienen diversas miradas, diferentes voces
que tendrían que tomarse en cuenta.
*Juana del Carmen Santos Medel
Licenciada en
Sociología por la Universidad Veracruzana. Con una Especialidad en Educación.
Ha colaborado en el área cultural en instituciones como: Instituto Veracruzano
de Cultura, Culturas Populares y Consejo Veracruzano de Arte Popular.
Se
ha desempeñado como docente en la Universidad Cristóbal Colón y en la Facultad de Pedagogía
de la Universidad Veracruzana. Ha participado como ponente en diversos
congresos y ha cursado talleres y diplomados en el área de la promoción y
gestión cultural. Dentro de la investigación ha trabajado temas de Vida
cotidiana.
Tiene
dos publicaciones Mi carnaval en el
trópico, narración de la historia del carnaval de Veracruz, dirigido a
niños y La caribeñidad de Veracruz en los
bandos solemnes de Francisco Rivera, Paco Píldora. Es coautora del libro “Breve historia de la Escuela Naval Militar y
otros textos”. Ha escrito algunos artículos como: “El carnaval de Veracruz:
la quema del mal humor y los bandos solemnes” para la Revista en línea Portus (Revista de la Asociación para la
colaboración de puertos y ciudades) 2016; El “Carnaval Jarocho” en Fiesta
Viva, t. II. 2010, Gobierno del Estado de Veracruz; “Veinte años
de Educación Artística en el Instituto Veracruzano de Cultura”, en
suplemento especial de aniversario del IVEC publicado en el periódico El
Dictamen, abril de 2007; “Cultura en el Estado de Veracruz” en Encuentro. Arte, Cultura y Sociedad. Revista
de la Universidad Cristóbal Colón, 2004; “La difusión y la promoción del
arte y la cultura en Veracruz” en Revista de la Universidad Cristóbal
Colón. Publicación Semestral Multidisciplinara., Enero-junio de 2004.
Actualmente colabora para el periódico Imagen en la sección Veracruz rumbo a
los 500 años con artículos que refieren diversas temáticas de la vida cotidiana
en el puerto.
A
partir del año 1976 es miembro activo de la Asociación Mexicana de Estudios del
Caribe A.C. A la fecha trabaja en el Departamento de Proyectos Educativos de la
Subdirección de Educación e Investigación del Instituto Veracruzano de la
Cultura y como docente en la Facultad de Pedagogía, región Veracruz-Boca del
Río.
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